Una experiencia donde solo con meter las manos en la harina se les ilumina la cara, un juego donde a cada pasito la sonrisa se va haciendo más y más grande.
El resultado una sesión fotográfica super divertida, natural, donde el niño solo está por pasárselo bien y no quiere que el momento se acabe.
Espero que la disfrutes tanto, como la disfrutamos Júlia y yo.